Este año conmemoramos el 86º Aniversario de la Proclamación de la II
República. Nuestra obligación moral, científica y política es
recordar el papel de los demócratas, del movimiento obrero y de la izquierda, recuperando
la memoria histórica de rebeldía política y lucha social de nuestros pueblos.
Es una obligación respecto al pasado: es el reconocimiento de un período de apertura democrática, de
compromiso social y de voluntad de construir una España próspera y plural.
Pero es también un compromiso respecto al presente y al futuro: es
reivindicar que los valores que construyeron España, siguen siendo plenamente
vigentes hoy también.
Antonio Machado, fue uno de los republicanos que en ese día de abril
del 31 izaron la bandera republicana.
Escribe así en un artículo publicado en el 37:“Fue un día profundamente alegre
—muchos que ya éramos viejos no recordábamos otro más alegre—, un día maravilloso en que la naturaleza
y la historia parecían fundirse para vibrar juntas en el alma de los poetas y
en los labios de los niños. La República
había venido por sus cabales, de un modo perfecto, como resultado de unas
elecciones... Desde aquel día —no sé si
vivido o soñado— hasta el día de hoy, en que vivimos demasiado
despiertos y nada soñadores, han transcurrido
seis años repletos de realidades...yo los resumiría con unas pocas palabras: “Unos
cuantos hombres honrados tuvieron la insólita y genial ocurrencia de legislar
atenidos a normas estrictamente morales, de gobernar en el sentido esencial de
la historia, que es el del porvenir ...”
Han pasado 86 años, pero en el corazón de la ciudadanía, todas las
primaveras siguen siendo aquella primavera.
Hoy, el pensamiento republicano sale del ostracismo al que fue sometido
durante mucho tiempo en España.Son muchas las gentes que se sienten
republicanos y, significativamente, muchos jóvenes.
Para nosotros y nosotras, la conmemoración de la proclamación de la II
República Española tiene un doble objetivo: de un lado reivindicar la memoria histórica
democrática de nuestro pueblo y de otro, reafirmar la vocación democrático-republicana
estrechamente unida al federalismo político y al socialismo.
No se trata de una simple nostalgia o de la repetición ritual de
consignas desligadas de una práctica política real, sino la expresión de un convencimiento
profundo: en la España de hoy, el régimen republicano es la mejor garantía para
la defensa de los derechos y libertades democráticas, instrumento imprescindible
para asegurar el autogobierno de los diversos pueblos que componen nuestro Estado
y medio para superar los límites que la economía capitalista impone al desarrollo
efectivo de los derechos sociales.
La lucha por la República es un modo de materializar nuestro
convencimiento por otro mundo posible.
Nuestro compromiso alternativo y transformador, nuestra voluntad de
cambiar este sistema, encuentra en el republicanismo una expresión política
concreta.
Algunos pensarán que mejor dejar las cosas como están, que no merece
la pena reformar la Constitución para tan pocos beneficios prácticos; ya que el
Rey es un figura meramente representativa. Con el mismo argumento de comodidad
podríamos decir que las elecciones se celebrasen cada ocho años o quizás sólo
una vez cada siglo.
Hoy, la democracia vive una crisis profunda. Es preciso evitar el cada
día más palpable divorcio entre política y ciudadanía que no solo cuestiona a
las instituciones sino a la misma organización democrática de nuestra sociedad.
Los conflictos sociales que emergen tienen dificultades para poder ser canalizados
y expresados en la actual organización política. Es preciso establecer un nuevo renacimiento
de la democracia.
Todos los ciudadanos somos iguales, y es por esto, que frente a una
monarquía, que siempre se basa en una desigualdad basada en el nacimiento,
considerando normal y legítimo que la jefatura de un estado se herede como
puede heredarse una finca en La Costera, de padres a hijos; la República es la
apuesta por la igualdad y la fraternidad entre los ciudadanos. Es evidente que
los escándalos de todo orden que han salpicado últimamente a la Casa Real han
contribuido a acrecentar la desafección entre la ciudadanía hacia la persona
del rey y su familia, pero no es una cuestión de personas, sino de la
institución monárquica en sí, a la que consideramos obsoleta, anacrónica y
contraria a los principios de la democracia.
Por todo ello, llamamos al conjunto de los hombres y mujeres de
izquierdas, a las y los demócratas, a defender la memoria –viva en tantas generaciones-
de los valores republicanos, a rechazar las diversas maniobras que pretenden denigrar
la realidad de lo que fue la II República Española y a propiciar una estrategia
común con el objetivo de conquistar la III República.
La III República no es una quimera, no es una utopía. Es una urgente
necesidad de regeneración democrática. Y puede ser una realidad, si todos y
todas nos unimos y luchamos juntos por conseguirlo. Sin olvidar las
experiencias republicanas del pasado, la III República ha de mirar hacia el
futuro.
Son los nuevos tiempos de la Tercera República los que nos aguardan y
el tiempo de y para la libertad:
De la libertad y para
la libertad.
¡Salud y Tercera
República!