viernes, 24 de septiembre de 2010

HUELGA GENERAL


La crisis económica, que empezó siendo -según palabras de Zapatero- “una pequeña recesión”, ha conducido al Gobierno a adoptar una serie de medidas restrictivas que perjudican a los de siempre. Las causas de la misma son mucho más profundas de lo que aparentemente se pueda pensar, y hay que buscarlas en el declive del sistema capitalista que, en estos últimos tiempos, está dando síntomas de agotamiento y amenaza con “morir de éxito”. Podríamos aplicar aquí el famoso dicho popular de “la avaricia rompe el saco”, porque está claro que los dueños del dinero, cuando los beneficios no son los esperados, no tienen escrúpulos en paralizar la economía, cerrar el negocio y mandar a todo el mundo a la calle. Por su parte, el Gobierno, que debía ser garante del interés general, ha ido cediendo protagonismo a la iniciativa privada, a la especulación y a la economía global. En el camino han quedado las promesas electorales, dejando a la clase trabajadora tirada en la cuneta. La reforma laboral decretada por el Gobierno atenta directamente contra los derechos sociales y laborales de los trabajadores, abaratando el despido, incrementando los contratos temporales y dando mayor poder a los empresarios. Además, hay que añadir las famosas medidas de ajuste, que se han traducido en congelación de pensiones, reducción del salario de los empleados públicos, recorte en el derecho a la jubilación parcial y drástica disminución de las inversiones públicas. En resumidas cuentas, se pretende que los trabajadores paguemos una crisis que no hemos provocado, mientras que las rentas más altas se ven beneficiadas por las sucesivas reformas del IRPF, la supresión del Impuesto de Patrimonio y la deficiente persecución del fraude fiscal. Todo este cúmulo de despropósitos y medidas injustas han dado lugar a la convocatoria de una huelga general, prevista para el próximo día 29 de septiembre. El movimiento obrero está perdiendo terreno, no sólo en España sino en toda Europa. Los mercados financieros están forzando a los gobiernos a adoptar medidas que suponen un ataque frontal a las conquistas de la clase trabajadora durante largos años de lucha. Se trata de un pulso entre el mundo del trabajo y la producción frente a los magnates financieros y especuladores, entre la economía doméstica y la globalización. En este pulso se pretende dejar a los trabajadores indefensos ante la patronal, y para ello se ha desatado un ataque frontal hacia los sindicatos, que constituyen el último bastión en su defensa. El poder económico sabe que las conquistas sociales, a lo largo de la historia, van unidas a la lucha obrera y que anulando a los sindicatos se acaba el poder de organización de los trabajadores. Me parece un tremendo eufemismo que a este ataque salvaje a las conquistas sociales de los trabajadores lo denominen “flexibilizar el mercado laboral”, cuando en realidad lo que quieren es que con esa elasticidad lleguemos a ponernos de rodillas y con el “culo al aire”. Creo que el 29 de septiembre tenemos la oportunidad de demostrar la fuerza de la clase trabajadora y, con ello, que estamos hartos de que nuestro Gobierno ceda a las presiones de banqueros y empresarios, haciendo recaer el peso de la crisis del capitalismo sobre nuestros hombros. Los poderosos, y sus “voceros”, están en su papel diciéndonos que la huelga no va a servir para nada. Sin embargo, no debemos dejarnos engañar por “el lobo” que pretende devorarnos. Las huelgas son un derecho de los trabajadores que siempre ha servido para mejorar sus condiciones sociales y laborales. Si no somos capaces de ejercitar nuestro derecho a la huelga ni un solo día, estamos perdidos.

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