El pasado día 14 de abril se conmemoró en toda España el 80 aniversario de la II República, forma de gobierno en nuestro país desde 1931 hasta abril de 1939. Algunos alhameños nos acercamos al lugar donde se encuentra el monolito de Ginés Campos, que fue alcalde de Alhama en este convulso periodo, para rendirle de nuevo un merecido homenaje.
La II República supuso un breve periodo en nuestra historia más reciente en el que se consiguieron grandes avances democráticos, recogidos en la Constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931. La misma introdujo por primera vez en la política española elementos de una auténtica transformación social. Entre ellos, la instauración del sufragio universal que permitió el voto femenino, la reforma agraria, la separación Iglesia-Estado y el establecimiento de una enseñanza primaria laica, obligatoria y gratuita para todos.
Me parece lamentable que hasta ahora ningún gobierno democrático haya conmemorado oficialmente los logros establecidos por la Constitución del 31, que precede a la vigente en la actualidad, mientras que se hacen homenajes a la “Pepa”, que queda mucho más lejos y cuyo principal mérito es el hecho de haber sido la primera.
No acabo de entender cómo, en el contexto de una democracia, se puede permitir que el cargo de jefe del estado sea hereditario. Creo que es tremendamente injusto que cualquier ciudadano español no pueda aspirar al mismo por no ser hijo de rey. Considero, además, que monarquía y democracia son sistemas de gobierno antagónicos, y que esto de la monarquía parlamentaria supone rizar el rizo.
Nuestra democracia ya es suficientemente madura y está preparada para resolver algunas asignaturas pendientes. A estas alturas, somos muchos los españoles que aún no entendemos para qué sirve el Senado; cada vez es más necesaria la reforma de la Ley Electoral para que los votos de todos los ciudadanos de este país tengan el mismo valor; aún no se nos ha permitido elegir al jefe del estado; son evidentes las carencias que tiene nuestro sistema en relación a la independencia y división poderes; aún está pendiente la separación Iglesia-Estado, como corresponde a un país aconfesional. Y así, muchas cosas más.
Después de plantear todas estas cuestiones, conviene que reflexionemos acerca de la viabilidad de una Tercera República, tal y como reivindican diversos colectivos de este país. Si nos diesen la oportunidad, seguramente nos sorprendería constatar la gran cantidad de españoles, de diferentes ideologías, que cuestionan la monarquía y abogan por un gobierno republicano. Todo ello, pese al lastre que supone el “machaque” propagandístico que ha identificado durante más de 70 años a la República con los desastres de la Guerra Civil. Resulta paradójico que aún hoy se quiera mantener la idea de que, quienes dieron un golpe de estado y provocaron una guerra, que consiguieron ganar con el apoyo de los regímenes fascistas de la época, lo hicieron para salvar la Patria.
El día 14 me volví a colocar, en un lugar aún más visible, la insignia de la República que siempre llevo conmigo, convencido de que representa una democracia mucho más auténtica que la que tenemos en este momento. Estoy seguro de que España, mañana, volverá a ser republicana.
Me parece lamentable que hasta ahora ningún gobierno democrático haya conmemorado oficialmente los logros establecidos por la Constitución del 31, que precede a la vigente en la actualidad, mientras que se hacen homenajes a la “Pepa”, que queda mucho más lejos y cuyo principal mérito es el hecho de haber sido la primera.
No acabo de entender cómo, en el contexto de una democracia, se puede permitir que el cargo de jefe del estado sea hereditario. Creo que es tremendamente injusto que cualquier ciudadano español no pueda aspirar al mismo por no ser hijo de rey. Considero, además, que monarquía y democracia son sistemas de gobierno antagónicos, y que esto de la monarquía parlamentaria supone rizar el rizo.
Nuestra democracia ya es suficientemente madura y está preparada para resolver algunas asignaturas pendientes. A estas alturas, somos muchos los españoles que aún no entendemos para qué sirve el Senado; cada vez es más necesaria la reforma de la Ley Electoral para que los votos de todos los ciudadanos de este país tengan el mismo valor; aún no se nos ha permitido elegir al jefe del estado; son evidentes las carencias que tiene nuestro sistema en relación a la independencia y división poderes; aún está pendiente la separación Iglesia-Estado, como corresponde a un país aconfesional. Y así, muchas cosas más.
Después de plantear todas estas cuestiones, conviene que reflexionemos acerca de la viabilidad de una Tercera República, tal y como reivindican diversos colectivos de este país. Si nos diesen la oportunidad, seguramente nos sorprendería constatar la gran cantidad de españoles, de diferentes ideologías, que cuestionan la monarquía y abogan por un gobierno republicano. Todo ello, pese al lastre que supone el “machaque” propagandístico que ha identificado durante más de 70 años a la República con los desastres de la Guerra Civil. Resulta paradójico que aún hoy se quiera mantener la idea de que, quienes dieron un golpe de estado y provocaron una guerra, que consiguieron ganar con el apoyo de los regímenes fascistas de la época, lo hicieron para salvar la Patria.
El día 14 me volví a colocar, en un lugar aún más visible, la insignia de la República que siempre llevo conmigo, convencido de que representa una democracia mucho más auténtica que la que tenemos en este momento. Estoy seguro de que España, mañana, volverá a ser republicana.
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