Artículo de Damián Rubio publicado en Infolínea
Todos los años por estas fechas
la zona del levante español, en la que nos encontramos, suele sufrir las
consecuencias de un fenómeno meteorológico conocido como gota fría,
caracterizado por la caída de una gran cantidad de lluvia en poco tiempo, que
produce importantes avenidas e inundaciones.
Nuestra localidad, debido a su
proximidad con zonas montañosas y a su
ubicación en el Valle del Guadalentín, está afectada por el discurrir de
numerosas ramblas, tanto en zonas urbanas como rurales. El estado de los cauces
es determinante para minimizar o incrementar las consecuencias de las lluvias
torrenciales, propias del otoño.
La Confederación Hidrográfica del
Segura tiene las competencias de la administración y control del dominio
público hidráulico afectado por el cauce. Esto quiere decir que cualquier
actuación que se realice en las proximidades de las ramblas está sometida a la
autorización previa del citado organismo. Es también su responsabilidad la
limpieza de los cauces para prevenir las consecuencias indeseables de las
avenidas. Sin embargo, las actuaciones
en cauces públicos situados en zonas urbanas son responsabilidad compartida de
la administración local y regional.
Existe, por tanto, una competencia paralela entre administraciones que
puede dar lugar a que, en última instancia, “la casa se quede sin barrer”. Las
consecuencias, en caso de que la pertinaz sequía se trasforme en efímero
“diluvio universal”, las sufriremos todos en mayor o menor medida. Se da la
paradoja de que la Confederación, que no cumple su competencia en relación a
limpieza y mantenimiento de cauces, tiene que autorizar al Ayuntamiento para
que pueda realizar dichos trabajos en el entorno urbano.
Creo que no sorprendo a nadie si afirmo que la mayoría de las ramblas de
nuestro término municipal están convertidas en auténticos vertederos al aire
libre. En parte, por la falta de civismo de las personas que se desprenden de
enseres y escombros impunemente, arrojándolos de forma indiscriminada en los
cauces; y, por otro lado, debido a la ineficiencia de la Confederación a la
hora de cumplir con su deber de vigilancia, control y limpieza.
Me consta que el Ayuntamiento procura que los tramos urbanos de las ramblas
estén limpios, ya que en definitiva no están encauzadas sino que forman parte
del entramado de calles de nuestro pueblo. No se puede decir lo mismo de la
cabecera y desembocadura de las mismas, no hay más que ver las ramblas de D.
Diego, de San Roque, la Boquera o Cantarranas.
Si nos alejamos del casco urbano, veremos las Rambla del Molino y Celada convertidas,
desde tiempo inmemorial, en auténticos vertederos en algunos de sus tramos, sin
que se acometa una limpieza definitiva de todo el cauce de las mismas.
Es cierto que el cambio climático lleva camino de convertimos en un auténtico
desierto, pero con la naturaleza… nunca se sabe. De lo que estoy convencido es
del viejo dicho de que “lo que es del agua, el agua se lo lleva”, y antes o
después pagaremos las consecuencias.
Damián Rubio es Coordinador Local de IU-Verdes Alhama
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