Artículo de Damián Rubio publicado en Infolinea del 3 de mayo
El pasado domingo, 26 de abril,
se celebraron las Elecciones Generales para constituir el nuevo Parlamento español.
La jornada electoral transcurrió con absoluta normalidad y la participación fue
de un 75,66 %, casi 9 puntos por encima de la registrada en 2016.
Los resultados (que aún no son
definitivos) no dan una mayoría absoluta a ninguno de los partidos, confirmando
la ruptura del bipartidismo reinante en nuestro país desde el 78. A primera
vista, podemos concluir que gana la democracia por el aumento en la
participación, la necesidad de diálogo y acuerdo para conformar un gobierno
estable para los próximos 4 años. También, que la lógica aritmética señala la
exigencia de configurar un gobierno progresista.
Sin duda, lo que más están
destacando los medios de comunicación, empeñados en dar protagonismo al
bipartidismo, es la victoria del PSOE, que pasa de 85 diputados a 123, con un
ascenso de 38 escaños y la derrota del PP, que pierde 71 congresistas y se
queda en 66. Todo apunta a que buena parte de la sangría del PP se la ha
fagocitado Ciudadanos, que pasa de 32 a 57 diputados, y las opciones de derecha
radical que albergaban los de Casado en su seno.
En otro análisis, vemos que PSOE
y Unidas Podemos suman 165 diputados, incrementando 35 respecto a los
resultados de 2016, pese al descenso de UP en 10 escaños. Por su parte, el
bloque de las derechas pierde 23 escaños pasando de 169 a 146. Aunque el
ascenso de C,s le lleve a ser la tercera fuerza política en el Congreso, la
debacle del PP no se ve compensada en los escaños conservadores con la
irrupción de partidos del “más allá de la derecha”.
El incremento del espectro de
opciones políticas ha tenido su incidencia evidente en la configuración del
Parlamento. La traducción del número de votos en escaños, conforme a la actual
Ley electoral, continúa castigando la fragmentación del voto. Esta cuestión ha
sido un elemento significativo, tanto en el bloque de las derechas como en el
voto progresista. Las distintas fuerzas que en esta ocasión no se han sumado a
Unidas Podemos se han quedado sin representación o han descendido notablemente,
como en el caso de Compromís, que ha pasado de cuatro a un sólo diputado.
En el Senado, la cámara de
representación territorial, el vuelco ha sido más espectacular aún. El PSOE ha
pasado de 43 a 121 senadores, en tanto que el PP ha dejado de ser mayoría
pasando de 130 a 56. Creo que el desequilibrio de la voluntad de los ciudadanos
y la representación en esta Cámara del Parlamento es escandalosa, dejando
patente la necesidad de su reforma, tanto en el mecanismo de configuración de
su composición como en sus funciones. Baste con decir, por lo significativo,
que C,s sólo ha traducido su incremento de apoyos en 4 senadores y que Unidad
Popular ha pasado de 16 en la anterior legislatura a ninguno en ésta.
En nuestra Región, estos comicios
se traducen en un nuevo reparto de los 10 escaños en el Congreso que
corresponden a Murcia. El PSOE pasa de 2 a 3, el PP de 5 a 3, C,s y Unidos
Podemos mantienen la representación en 2 y 1, respectivamente. Por otra parte,
la fuga de votos más a la derecha del PP se traduce en la pérdida de un senador
en la derecha murciana. Mientras que nuestros 4 representantes en el senado se
los reparten PSOE y PP por igual.
Continúo creyendo que el efecto
positivo de ampliación de los partidos con una representación significativa en
el Parlamento, debe ir acompañada de la reforma de una ley electoral que sigue
castigando la pluralidad de opciones políticas. Esta circunstancia sólo va en
contra de la diversidad y el diálogo, fundamentos imprescindibles de una
verdadera democracia.
Damián Rubio es Coordinador Local de IU-Verdes Alhama
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