El sentido de la propiedad cuando
nos referimos a cosas materiales, objetos, puede ser interpretado de
diferentes formas con las que se puede o no estar de acuerdo, pero todas
respetables. La cosa cambia cuando nos referirnos a las personas, sujetos,
como si fuésemos sus propietarios y actuamos en consecuencia: “MIA o de nadie”
“Es MI hijo y si le doy una paliza a nadie le importa”, estas expresiones que
pueden sonar mal hoy día, estaban instaladas en nuestra sociedad no hace tanto.
Desde que la ministra de
educación dijo, en una rueda de prensa, que “No podemos pensar que los hijos
pertenecen a los padres” (refiriéndose a la nueva ocurrencia con que la extrema
derecha chantajea en nuestra región a sus aliados para aprobar los
presupuestos) Se abrió la caja de los truenos y la maquinaria conservadora se
puso manos a la obra, desplegando toda su esencia ideológica, utilizando para
ello la visceralidad y la demagogia: que si mis hijos son míos, que si ningún
comunista o socialista me va a decir como educar a mis hijos, que yo se mejor
que nadie lo que mi hijo necesita y una serie interminable de pensamientos
atávicos e irracionales. Recurrir a la visceralidad es algo recurrente para
quienes los razonamientos, el debate y las leyes, están de más.
El ansia por volver a pasadas
cavernas, por parte de unos, y el ansia por no seguir perdiendo parcela de
poder, por parte de otros, hace que esa, tan mencionada, línea roja que algunos
habían marcado, se difumine cada vez más en nuestra región y acabe, el triángulo
de la derecha, ocupando el mismo lugar en el tablero de juego.
Creo que la cuestión del bloqueo
al transcurso normal y democrático de los centros de enseñanza pública tiene su
enjundia, más allá de lo que es evidente sin necesidad de explicaciones
extensas, que la educación es un derecho
de los niños, no de los padres.
Hay una segunda parte en este
conflicto que tiene que ver también con lo económico, aunque se disfrace con
otro discurso, se trata de quienes consideran la educación como un negocio. Los
que defienden la enseñanza privada y la privada-concertada, necesitan que este
negocio sea cada vez más rentable aumentando, como en cualquier empresa, la
cantidad de clientes/niños. Para conseguir clientela la estrategia utilizada es
hacer ver que los centros públicos son un peligro, que quien lleve a sus hijos
a ellos los está exponiendo a mil y un riesgos de los que tiene que protegerlos
mediante ese recurso que se han sacado de la manga y que no pienso nombrar. Sembrar
el miedo en cualquiera de sus versiones es una táctica que suelen utilizar con
demasiada frecuencia.
Esta maniobra es un ataque
frontal a la educación pública mostrándola como un nido de desaprensivos y
perversos que adoctrinarán a los niños, para ello no dudan en difamar con
bulos, poniendo en tela de juicio el buen hacer de los maestros que ejercen su
profesión con rigor.
Los herederos ideológicos de
quienes adoctrinaron a generaciones de españoles durante la posguerra son los
mismos que hoy siguen defendiendo la educación segregada por sexos o la
enseñanza religiosa en los centros escolares. Es normal que estos señores no
conciban la educación en libertad e igualdad, pilar fundamental de la
Constitución y de una sociedad justa y libre.
Terminaré diciendo que me
gustaría que se dejase de hablar de ellos y sus tejemanejes, no hay mayor
desprecio que no hacer aprecio. Que las instituciones actúen de acuerdo con las
leyes y que todos los demás dejemos de darles el protagonismo que tanto buscan
y que tanto necesitan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario