Desde que se puso en funcionamiento la Autovía del Mediterráneo (A-7), la antigua carretera nacional 340, que los más viejos del lugar siempre hemos conocido como “El Desvío”, dejó de tener sentido a su paso por el casco urbano. Se convirtió en una calle más de nuestro pueblo, aunque su propiedad y mantenimiento seguían correspondiendo al Estado.
En el año 2003 nuestro Ayuntamiento firmó un convenio con el Ministerio de Fomento, por el cual se le cedía la titularidad de la citada travesía. El acuerdo incluía la financiación de un proyecto de obras para su adecuación, en el que el Estado aportaba algo menos de 2 millones de € y el resto corría, fundamentalmente, a cargo de las arcas municipales, hasta completar los aproximadamente 4 millones presupuestados inicialmente. Con esta operación el Ministerio de Fomento se quitó las cargas que le suponía el mantenimiento de la vía, y nuestros gobernantes municipales vieron la oportunidad de ejecutar un macro-proyecto en el que dejar su sello para la posteridad, que incluiría, entre otros elementos, siete rotondas, doble vía en ambos sentidos, vías de servicio, pasos de peatones sobreelevados y mediana con palmeras.
La historia se repite muy a menudo cuando se trata de inversiones en infraestructuras que requieren la participación de varias administraciones: El Estado o la Comunidad Autónoma aportan una cantidad fija, repartida en varias anualidades, y el resto corre a cargo de la administración local. Esto da lugar, finalmente, a que cualquier imprevisto, modificación o aspecto no contemplado en el proyecto termine pagándolo el erario municipal. Creo que, a estas alturas, ya es incalculable el dinero que llevamos invertido los alhameños en “La Gran Avenida”. Principalmente en lo destinado a: iluminación, evacuación de aguas pluviales, adecuación de aceras, indemnizaciones a propietarios, ajardinamientos, etc.
Sin duda, el “etc.” más importante y más vistoso es el referido al embellecimiento de las rotondas. Ya sabemos que sobre gustos artísticos hay una gran disparidad de criterios, pero desconocemos cuál es el que se ha seguido en todas ellas porque en ningún caso se ha contado con más opinión que la del Gobierno Municipal de turno. Que yo sepa, ni siquiera se ha tenido la deferencia de consultar al Consejo Municipal de Cultura. Claro, que tampoco se le consulta para ningún otro aspecto de la vida cultural alhameña.
Los resultados estéticos están a la vista. Basta con transitar, como hacen numerosos alhameños a diario por la citada avenida, para darnos cuenta de que no hay ni el más mínimo criterio de conjunto. En algunos casos, los que han financiado la obra han decidido a su gusto lo que se instalaba y de qué forma; en otros, han sido el Alcalde o el Concejal de Urbanismo de turno quienes han consultado “con la almohada”. Yo no entiendo de arte, pero me atrevo a decir que a algunas de las ornamentaciones instaladas el valor artístico se les supone, como decían en “la mili”.
El remate final nos lo están dando durante estos días con la colocación de la escultura que homenajea al termalismo, en la confluencia de Avda. España con Ginés Campos. Cuando uno llega a este punto y se encuentra con el “mamotreto”, no sabe si seguir “palante” o dar la vuelta e irse por donde ha venido. Aunque siempre habrá algún político listillo que afirmará que “para gustos… colores”.
En el año 2003 nuestro Ayuntamiento firmó un convenio con el Ministerio de Fomento, por el cual se le cedía la titularidad de la citada travesía. El acuerdo incluía la financiación de un proyecto de obras para su adecuación, en el que el Estado aportaba algo menos de 2 millones de € y el resto corría, fundamentalmente, a cargo de las arcas municipales, hasta completar los aproximadamente 4 millones presupuestados inicialmente. Con esta operación el Ministerio de Fomento se quitó las cargas que le suponía el mantenimiento de la vía, y nuestros gobernantes municipales vieron la oportunidad de ejecutar un macro-proyecto en el que dejar su sello para la posteridad, que incluiría, entre otros elementos, siete rotondas, doble vía en ambos sentidos, vías de servicio, pasos de peatones sobreelevados y mediana con palmeras.
La historia se repite muy a menudo cuando se trata de inversiones en infraestructuras que requieren la participación de varias administraciones: El Estado o la Comunidad Autónoma aportan una cantidad fija, repartida en varias anualidades, y el resto corre a cargo de la administración local. Esto da lugar, finalmente, a que cualquier imprevisto, modificación o aspecto no contemplado en el proyecto termine pagándolo el erario municipal. Creo que, a estas alturas, ya es incalculable el dinero que llevamos invertido los alhameños en “La Gran Avenida”. Principalmente en lo destinado a: iluminación, evacuación de aguas pluviales, adecuación de aceras, indemnizaciones a propietarios, ajardinamientos, etc.
Sin duda, el “etc.” más importante y más vistoso es el referido al embellecimiento de las rotondas. Ya sabemos que sobre gustos artísticos hay una gran disparidad de criterios, pero desconocemos cuál es el que se ha seguido en todas ellas porque en ningún caso se ha contado con más opinión que la del Gobierno Municipal de turno. Que yo sepa, ni siquiera se ha tenido la deferencia de consultar al Consejo Municipal de Cultura. Claro, que tampoco se le consulta para ningún otro aspecto de la vida cultural alhameña.
Los resultados estéticos están a la vista. Basta con transitar, como hacen numerosos alhameños a diario por la citada avenida, para darnos cuenta de que no hay ni el más mínimo criterio de conjunto. En algunos casos, los que han financiado la obra han decidido a su gusto lo que se instalaba y de qué forma; en otros, han sido el Alcalde o el Concejal de Urbanismo de turno quienes han consultado “con la almohada”. Yo no entiendo de arte, pero me atrevo a decir que a algunas de las ornamentaciones instaladas el valor artístico se les supone, como decían en “la mili”.
El remate final nos lo están dando durante estos días con la colocación de la escultura que homenajea al termalismo, en la confluencia de Avda. España con Ginés Campos. Cuando uno llega a este punto y se encuentra con el “mamotreto”, no sabe si seguir “palante” o dar la vuelta e irse por donde ha venido. Aunque siempre habrá algún político listillo que afirmará que “para gustos… colores”.
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