El pasado sábado 22 de marzo
confluyeron en Madrid, con una gran manifestación, las Marchas de la Dignidad
provenientes de distintos puntos de la geografía española. Con ellas los
trabajadores y trabajadoras han querido mostrar su hartazgo con la política de
recortes que está aplicando el gobierno del PP al dictado de la Troika (Fondo
Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea).
La manifestación de Madrid, que
transcurrió de forma pacífica hasta su
finalización con la lectura de un manifiesto en la Plaza de Colón, fue una de
las más multitudinarias que se han realizado en democracia, aglutinando, según
los organizadores, a unos 2 millones de personas (50.000 si hacemos caso
algunos medios de “desinformación”).
Las marchas a pie, que se
iniciaron hace un par de semanas, han estado organizadas por numerosos
colectivos sociales, que vienen sufriendo las consecuencias de la crisis y las
medidas adoptadas para pagar la deuda contraída por los bancos y los gobiernos
con sus excesos.
La consecuencia de las medidas
impuestas por el Gobierno cada vez es más palpable: aumento de la riqueza de
unos pocos a costa del sufrimiento y empobrecimiento de la mayoría. Todo ello
mediante el recorte de derechos fundamentales como: salud, educación vivienda,
servicios sociales, derechos laborales, transportes públicos, dependencia, etc.
Las situaciones dramáticas se
suceden día tras día: familias con todos sus miembros en paro, personas que se
ven obligadas a abandonar su vivienda y quedan en la calle sin ningún tipo de
protección, interminables colas en las oficinas de empleo y en los comedores
sociales, jóvenes que se ven obligados a emigrar en busca de trabajo, mayores
dependientes que no tienen quien les atienda, aumento de la mendicidad, etc.
Con estas Marchas, miles de
ciudadanos están reclamando que se sitúen los derechos de las personas por
delante de las exigencias de los mercados, que no se pague la deuda, que no
haya más recortes, que los gobiernos dejen de ser marionetas de la Troika y que
se garanticen derechos tan básicos como: pan, trabajo y techo para todos.
El Gobierno y los poderes
económicos han hecho todo lo posible por silenciar estas movilizaciones. Para
ello la estrategia ha sido muy clara: ignorar desde el primer día las marchas
que se habían iniciado en distintos puntos de España, criminalizar a los
participantes para que obtuviesen el menor apoyo social posible, jugar con las
cifras de participación situándolas en niveles ridículos, desviar la atención
informativa a otros asuntos y como, guinda del pastel, convertir el triunfo de
una de las manifestaciones más grandes de la historia en un problema de orden
público, al dar cobertura únicamente a los altercados provocados cuando ya
había finalizado la manifestación.
Si algo me ha quedado claro
después de este 22 M, es que cada vez es más necesario buscar información
alternativa a la que nos ofrecen los medios controlados por el poder político y
económico.
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