Recientemente he podido leer en
los medios de comunicación locales una noticia que hace referencia a la
participación del agente tutor de Alhama en el I Congreso Internacional de
Agentes Tutores, celebrado en Calviá (Mallorca).
Esta iniciativa se viene
desarrollando en nuestro Ayuntamiento, a través de la Concejalía de Policía,
desde hace varios cursos. Es un servicio asignado a un agente de la policía local,
cuyo ámbito de actuación se circunscribe a los centros de educación secundaria,
principalmente para evitar el absentismo escolar y mejorar la seguridad en los
mismos.
La función del agente tutor está
vinculada al Programa de Medidas Alternativas a la Expulsión (PEMAE), que se
viene desarrollando en los dos institutos de Alhama desde el curso 2008/09. Se
trata de un proyecto que tiene como finalidad solucionar el problema de las
expulsiones temporales de aquellos alumnos que plantean conductas indeseadas dentro de las aulas, con la
finalidad de integrarlos en el centro, mejorar sus habilidades sociales y
prevenir los conflictos.
Este es un servicio que contrata
nuestro Ayuntamiento con una empresa especializada en intervención social para
que desarrolle su labor durante el curso escolar, es decir, de octubre a junio.
Los alumnos expulsados debido a alguna sanción disciplinaria no salen del
centro, sino que son atendidos por los educadores de este programa en un aula
habilitada a tal efecto, siguiendo la misma jornada lectiva que el resto de
compañeros. Durante este horario realizan las tareas escolares que les
correspondan y otras actividades relacionadas con: habilidades sociales, autoestima,
mejora de conducta, lectura o tareas en beneficio de la comunidad educativa.
Las dos medidas expuestas en este
artículo son complementarias, y considero que ambas son bastante acertadas y
plausibles. Pero creo que es a la Consejería de Educación a quien corresponde
adoptar las actuaciones necesarias para evitar el absentismo y reconducir el
comportamiento de los alumnos conflictivos.
Resulta evidente que expulsando a
los estudiantes problemáticos no se solucionaba nada, más bien al contrario. Se
trasladaba el problema del centro a la calle. Por otra parte, al finalizar la
sanción, los alumnos regresaban con menos motivación, si cabe, que con la que
habían salido.
Tanto el agente tutor como el
PEMAE, siendo dos buenas iniciativas, no dejan de ser un “parche” que minimiza
el absentismo y las conductas contrarias a las normas de convivencia, pero no acaban de solucionar el problema de
la desmotivación, que es donde está el origen.
Creo que, a las alturas que
estamos, la Consejería de Educación debería asumir sus responsabilidades,
invirtiendo en más recursos económicos y humanos para atender a un alumnado cada
vez más heterogéneo y con necesidades
más diversas, que atañen no sólo a profesores sino también a psicólogos,
trabajadores sociales, orientadores familiares, etc. Además de apostar definitivamente
por una formación profesional de calidad, pero este asunto merece un capítulo
aparte.
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