Después de su fracaso para ser investido presidente el pasado mes de
julio, Pedro Sánchez emprendió un tímido intento en septiembre con el mismo
resultado, lo que ha llevado automáticamente a la disolución de las Cortes y la
convocatoria de nuevas Elecciones Generales para el 10 de noviembre. De esta
forma, los españoles estamos abocados al cuarto proceso electoral en los
últimos 4 años.
Los votantes estamos ya bastante hartos de que los políticos que elegimos
no se pongan de acuerdo para formar gobierno, y nos trasladen la resolución de
su incompetencia llamándonos de nuevo a las urnas, como si no hubiésemos
“acertado” con nuestro voto en la convocatoria anterior. El rechazo de los
votantes a nuevas elecciones -situado por las encuestas en el 60%- puede dar
lugar a un incremento de la abstención. No sabemos si las “cabezas pensantes”
que nos han llevado a esta situación, se consideran inmunes a la bajada de
participación, o simplemente creen que les sobran personas que les voten.
En la pasada convocatoria del 28 de abril, el electorado decidió que no
quería mayoría absoluta en ningún partido, y que hubiese acuerdo entre las
formaciones que habían forzado la moción de censura a Rajoy para que formasen
un gobierno progresista. Esto parecía lo más razonable, y lo que todo el mundo
esperaba. Sin embargo, unos y otros han estado más pendientes de sus
estrategias partidistas que del interés mayoritario.
Me temo que a partir de ahora nos espera una fuerte lucha por
convencernos de quién es el responsable de esta nueva convocatoria electoral,
lo que en términos periodísticos se expresa como “batalla por el relato”; y en
términos coloquiales lo conocemos como el afán por “vendernos la moto”. Es
evidente que quien tenga más medios de comunicación afines lleva ventaja; de
hecho, ya nos están bombardeando con todo tipo de encuestas adivinando
resultados e intentando dirigir la intención de voto.
Todo el mundo aventura que el mayor índice de abstención previsto
perjudicará más a la izquierda que a la derecha, por aquello de que el
electorado de izquierdas es más crítico y el de derechas más disciplinado.
Considero que manifestar el cabreo por tener que ir a votar de nuevo mediante
la abstención, no va a resolver los problemas de este país, más bien lo
contrario. Sería dejar la conformación de las Cortes y de un nuevo Gobierno en
las manos de los demás, para seguir quejándonos en la barra del bar o en Facebook.
En este país estamos demasiado acostumbrados a que cuando algo sale bien,
se lo apunte el que gobierna; y cuando sale mal, enchufar el ventilador para
repartir inmundicia. En esta ocasión, los responsables son aquellos que tenían
la posibilidad de formar gobierno y no lo han hecho, actuando en contra de la
voluntad de sus bases. Me duele que de esto saque “tajada” la derecha, a quien
se da la oportunidad de rearmarse y “salir de rositas” de sus innumerables
casos de corrupción.
A mí que “no me comulguen con ruedas de molino”, quien realmente no
permite un gobierno progresista es el poder económico, que maneja los hilos.
Estos son los que de verdad no dormirían tranquilos con un gobierno de
izquierda real. Aunque sea por quitarles el sueño, merece la pena ir a votar.
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