A finales del pasado mes de octubre nos vimos sorprendidos con la demolición del emblemático quiosco de “Perico”. De esta manera, el centro de nuestro pueblo pierde una de sus señas de identidad. Hay que tener en cuenta que en ese mismo lugar existían desde los años 50 otros dos quioscos más, que junto con el referido constituían un conjunto singular, integrado en el paisaje urbano de nuestro pueblo y presente en la memoria colectiva de varias generaciones de alhameños.
Desde el año 1979, Pedro Alajarín Campos regentaba el último quiosco que aún quedaba en pie. En la citada fecha se hizo cargo del mismo mediante traspaso por la friolera cantidad de 250.000 pesetas de la época, abonadas a la anterior propietaria que se dedicaba a la venta de buñuelos y chocolate. Desde entonces ha venido prestando sus servicios a los alhameños más madrugadores, que acudían durante las primeras horas de la mañana a tomar su café y copa, además de los famosos “revueltos, pajaritos y palomas”. Con estas “pócimas milagrosas”, el gracejo y el humor de Pedro, los “currantes” cargaban las pilas antes de iniciar una dura jornada laboral en el campo, la construcción o la fábrica.
Perico es un hombre que derrocha alegría y un sano sentido del humor. Es difícil estar con él sin que te arranque una sonrisa, por muy mal que te vaya el día. Es una persona noble, de buen corazón y sanas intenciones. No quiero pensar que algún listillo de turno, con la excusa de la adecuación y modernización del centro urbano, y aprovechando la bondad natural de nuestro querido paisano, se haya dedicado a buscar la forma de quitarse de en medio una instalación que, según su criterio, era obsoleta y suponía un estorbo.
En estos días ya estoy echando de menos las campanillas de Pedro anunciando las próximas fiestas navideñas. Con su alegría innata las hacía sonar después del Día de los Santos y no paraba hasta Reyes. En su lugar tendré que soportar los pantallazos del “artefacto publicitario” colocado justo en el lugar donde estaba el quiosco. Lo mismo algún “iluminado” ha pensado que estorbaba y no hacía juego con esa imagen tan moderna que se quiere dar al centro urbano.
La consecuencia más dura y triste es la situación en la que queda nuestro conciudadano, con 60 años de edad, escasas posibilidades de encontrar otro medio de vida y a cinco años de su jubilación. En estas circunstancias, y conociendo que es una persona que no tiene otros recursos, sus posibilidades de acceso al mundo laboral son prácticamente nulas, y esto le puede llevar a depender directamente de la familia, de los servicios sociales o de la caridad.
De todos es conocido que el quiosco se encontraba instalado en suelo de propiedad municipal, pero desconocemos las circunstancias que propiciaron su instalación en los años 50. Tengo entendido que se instalaron los quioscos por un acuerdo entre el Ayuntamiento y los propietarios del edificio que allí existía antes de su demolición. Lo cierto es que el quiosco ha permanecido en este lugar más de medio siglo y que, de la noche a la mañana, nos hemos encontrado en el sitio que ocupaba un montón de chatarra debajo de una televisión gigante.
Me parece que nuestros gobernantes han demostrado poca sensibilidad en el tratamiento de este asunto. Se podrán dar todo tipo de explicaciones oficiales, pero con nuestro amigo Perico se ha actuado con “nocturnidad y alevosía”.
Desde el año 1979, Pedro Alajarín Campos regentaba el último quiosco que aún quedaba en pie. En la citada fecha se hizo cargo del mismo mediante traspaso por la friolera cantidad de 250.000 pesetas de la época, abonadas a la anterior propietaria que se dedicaba a la venta de buñuelos y chocolate. Desde entonces ha venido prestando sus servicios a los alhameños más madrugadores, que acudían durante las primeras horas de la mañana a tomar su café y copa, además de los famosos “revueltos, pajaritos y palomas”. Con estas “pócimas milagrosas”, el gracejo y el humor de Pedro, los “currantes” cargaban las pilas antes de iniciar una dura jornada laboral en el campo, la construcción o la fábrica.
Perico es un hombre que derrocha alegría y un sano sentido del humor. Es difícil estar con él sin que te arranque una sonrisa, por muy mal que te vaya el día. Es una persona noble, de buen corazón y sanas intenciones. No quiero pensar que algún listillo de turno, con la excusa de la adecuación y modernización del centro urbano, y aprovechando la bondad natural de nuestro querido paisano, se haya dedicado a buscar la forma de quitarse de en medio una instalación que, según su criterio, era obsoleta y suponía un estorbo.
En estos días ya estoy echando de menos las campanillas de Pedro anunciando las próximas fiestas navideñas. Con su alegría innata las hacía sonar después del Día de los Santos y no paraba hasta Reyes. En su lugar tendré que soportar los pantallazos del “artefacto publicitario” colocado justo en el lugar donde estaba el quiosco. Lo mismo algún “iluminado” ha pensado que estorbaba y no hacía juego con esa imagen tan moderna que se quiere dar al centro urbano.
La consecuencia más dura y triste es la situación en la que queda nuestro conciudadano, con 60 años de edad, escasas posibilidades de encontrar otro medio de vida y a cinco años de su jubilación. En estas circunstancias, y conociendo que es una persona que no tiene otros recursos, sus posibilidades de acceso al mundo laboral son prácticamente nulas, y esto le puede llevar a depender directamente de la familia, de los servicios sociales o de la caridad.
De todos es conocido que el quiosco se encontraba instalado en suelo de propiedad municipal, pero desconocemos las circunstancias que propiciaron su instalación en los años 50. Tengo entendido que se instalaron los quioscos por un acuerdo entre el Ayuntamiento y los propietarios del edificio que allí existía antes de su demolición. Lo cierto es que el quiosco ha permanecido en este lugar más de medio siglo y que, de la noche a la mañana, nos hemos encontrado en el sitio que ocupaba un montón de chatarra debajo de una televisión gigante.
Me parece que nuestros gobernantes han demostrado poca sensibilidad en el tratamiento de este asunto. Se podrán dar todo tipo de explicaciones oficiales, pero con nuestro amigo Perico se ha actuado con “nocturnidad y alevosía”.
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