En el último pleno del año 2011, el Gobierno Municipal aprobó la ordenanza que regula la utilización de espacios públicos para la ubicación de terrazas por parte de los establecimientos hosteleros de nuestra localidad. Hasta la fecha, la instalación de las mismas se regía por la Ordenanza de Licencias de Actividad aprobada en el 2009, que contenía un apartado dedicado a este asunto.
Antes de la última reforma de la Ley Antitabaco, el interés de los propietarios de bares y restaurantes por instalar terrazas se despertaba con la llegada del buen tiempo, generalmente desde la Semana Santa hasta la Feria. La ubicación de las mismas se circunscribía a zonas muy concretas del casco urbano y a locales que disponían de espacio suficiente en sus aledaños, aprovechando zonas ajardinadas o la existencia de amplias aceras en las nuevas urbanizaciones. Con la prohibición de fumar en los espacios públicos cerrados, vigente desde enero de 2011, comenzaron a proliferar las terrazas “como setas en el bosque”, sin ningún tipo de regulación ni control, y únicamente sujetas a la creatividad e imaginación del propietario del local.
Ha nacido un nuevo estilo de terraza, no sujeta a la climatología sino a la necesidad de los hosteleros de contentar a la clientela adicta al tabaco. No es la primera vez que, al pasar por alguno de estos chiringuitos en Navidad, sin poderme contener, le he dicho a algún amigo o conocido: “es posible que no te mate el tabaco, sino la pulmonía que puedes coger con la que está cayendo”. Lo cierto es que cada propietario, en la medida de lo posible, ha intentado suavizar los rigores de la intemperie invernal colocando toldos, mamparas, estufas, etc.
Las molestias que ya generaban las terrazas aumentan ahora con su proliferación masiva por todo el casco urbano. Todos estamos de acuerdo en que es necesario compatibilizar, no sólo negocio, ocio y descanso, sino también la accesibilidad a calles y aceras, tanto de peatones como de vehículos de emergencia. Además, hay que garantizar la seguridad de los usuarios de algunas terrazas que ocupan plazas de aparcamiento en la calzada, y están expuestas a cualquier incidencia en el tráfico rodado.
Me parece que, nuevamente, el que pone las normas va a remolque de los acontecimientos. Primero, se ha intentado contentar individualmente a todo aquel que ha solicitado ocupar la vía pública para poder satisfacer las necesidades de sus clientes y, posteriormente, cuando el asunto se desborda, se sacan de la chistera una ordenanza restrictiva que no satisface a nadie y ya está generando polémica por asuntos como: la prohibición de publicidad en los elementos de la terraza, los horarios, el espacio ocupable, las características de toldos y sombrillas, recogida de material, etc.
Una vez más este Gobierno demuestra su nulo interés por la participación ciudadana. En primer lugar, aprueba una ordenanza sin contar con ninguna de las partes interesadas y, después, “a toro pasado”, admite la realización de modificaciones a modo de generosa concesión a los ciudadanos, para enmascarar su escasa disposición al diálogo. Pienso que esta forma de actuar obedece a una estrategia premeditada por parte de nuestros gobernantes: nos colocan la normativa y después nos invitan a colaborar. De esta forma, no partimos de una posición de igualdad sino de una realidad ya impuesta. Éste es su concepto de participación ciudadana, coloquialmente llamado “poner una pica en Flandes” o “el que venga detrás que la tiemple”.
Antes de la última reforma de la Ley Antitabaco, el interés de los propietarios de bares y restaurantes por instalar terrazas se despertaba con la llegada del buen tiempo, generalmente desde la Semana Santa hasta la Feria. La ubicación de las mismas se circunscribía a zonas muy concretas del casco urbano y a locales que disponían de espacio suficiente en sus aledaños, aprovechando zonas ajardinadas o la existencia de amplias aceras en las nuevas urbanizaciones. Con la prohibición de fumar en los espacios públicos cerrados, vigente desde enero de 2011, comenzaron a proliferar las terrazas “como setas en el bosque”, sin ningún tipo de regulación ni control, y únicamente sujetas a la creatividad e imaginación del propietario del local.
Ha nacido un nuevo estilo de terraza, no sujeta a la climatología sino a la necesidad de los hosteleros de contentar a la clientela adicta al tabaco. No es la primera vez que, al pasar por alguno de estos chiringuitos en Navidad, sin poderme contener, le he dicho a algún amigo o conocido: “es posible que no te mate el tabaco, sino la pulmonía que puedes coger con la que está cayendo”. Lo cierto es que cada propietario, en la medida de lo posible, ha intentado suavizar los rigores de la intemperie invernal colocando toldos, mamparas, estufas, etc.
Las molestias que ya generaban las terrazas aumentan ahora con su proliferación masiva por todo el casco urbano. Todos estamos de acuerdo en que es necesario compatibilizar, no sólo negocio, ocio y descanso, sino también la accesibilidad a calles y aceras, tanto de peatones como de vehículos de emergencia. Además, hay que garantizar la seguridad de los usuarios de algunas terrazas que ocupan plazas de aparcamiento en la calzada, y están expuestas a cualquier incidencia en el tráfico rodado.
Me parece que, nuevamente, el que pone las normas va a remolque de los acontecimientos. Primero, se ha intentado contentar individualmente a todo aquel que ha solicitado ocupar la vía pública para poder satisfacer las necesidades de sus clientes y, posteriormente, cuando el asunto se desborda, se sacan de la chistera una ordenanza restrictiva que no satisface a nadie y ya está generando polémica por asuntos como: la prohibición de publicidad en los elementos de la terraza, los horarios, el espacio ocupable, las características de toldos y sombrillas, recogida de material, etc.
Una vez más este Gobierno demuestra su nulo interés por la participación ciudadana. En primer lugar, aprueba una ordenanza sin contar con ninguna de las partes interesadas y, después, “a toro pasado”, admite la realización de modificaciones a modo de generosa concesión a los ciudadanos, para enmascarar su escasa disposición al diálogo. Pienso que esta forma de actuar obedece a una estrategia premeditada por parte de nuestros gobernantes: nos colocan la normativa y después nos invitan a colaborar. De esta forma, no partimos de una posición de igualdad sino de una realidad ya impuesta. Éste es su concepto de participación ciudadana, coloquialmente llamado “poner una pica en Flandes” o “el que venga detrás que la tiemple”.