Artículo de Damián Rubio publicado en Infolínea
Como consecuencia de la crisis
económica que venimos sufriendo desde hace varios años, los jóvenes españoles
se ven en la obligación de emigrar a otros países en busca de trabajo porque el
tejido productivo español no es capaz de generar empleo para ellos.
No se trata de una emigración a
la antigua usanza, en la que los obligados a salir eran los trabajadores con menor
cualificación profesional, para ir a Francia a hacer la vendimia, trabajar en
las fábricas alemanas o en los hoteles suizos. Ahora hablamos de una huída de
los jóvenes con titulación superior, que no encuentran ningún tipo de trabajo
en nuestro país y tienen que buscarlo en cualquier parte del mundo.
Algunos medios de comunicación
indican que desde el inicio de la crisis, con los gobiernos de PP y PSOE, se
han visto obligados a emigrar para buscar empleo unos 500.000 jóvenes
españoles. Sólo en los dos últimos años la cifra ha alcanzado los 140.000. Los
responsables políticos, con su costumbre de no llamar a las cosas por su
nombre, restan importancia a esta situación diciendo que no se trata de
emigración sino de “movilidad exterior”.
Lo lamentable es que estos
jóvenes, en la mayor parte de las ocasiones, no van a desarrollar el trabajo
para el cual están cualificados y para el que han invertido gran parte de su
juventud, sino que aceptan lo que les sale y, como consecuencia de ello, viven
situaciones difíciles y en condiciones muy precarias.
Los motivos que les obligan a
hacer las maletas son el paro y la
precariedad laboral. España, con más de 840.000 jóvenes en paro y una tasa que
asciende hasta el 53,8 %, se ha convertido en líder de Europa en este aspecto.
Esto quiere decir que uno de cada dos jóvenes no encuentra trabajo. Los
“privilegiados” que lo encuentran, en su mayoría, tienen que aceptar contratos
en prácticas o a tiempo parcial. Sólo una minoría del 7,7 % consigue un
contrato indefinido.
Con las condiciones expuestas,
difícilmente pueden aspirar a su emancipación, puesto que no tienen estabilidad
laboral ni recursos económicos para ello. Como consecuencia, no debe
extrañarnos que los que se quedan aquí permanezcan en el seno familiar mucho
más allá de los 30 años.
Ya somos conscientes en nuestro
país de que la generación mejor preparada de nuestra historia, y en la que más
hemos invertido, tiene que buscar empleo fuera de nuestras fronteras. Lo más
triste es que muchos de estos jóvenes, si consiguen trabajar en aquello para lo
que están preparados, difícilmente regresarán. Esto significaría una “fuga de
cerebros” que no deberíamos permitirnos.
Creo que es el momento de que
nuestros gobiernos apuesten definitivamente por la creación de empleo,
impulsando la investigación y el desarrollo industrial, apoyando a Pymes y
autónomos, favoreciendo el desarrollo rural con ayudas a jóvenes agricultores y
ganaderos, o aplicando políticas que fomenten el turismo.
Me parece que el dinero público
debe invertirse en desarrollo productivo y no en rescatar entidades financieras
privadas, endeudadas por su afán especulador.
Damián Rubio es Coordinador Local de IU-Verdes Alhama
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