domingo, 13 de septiembre de 2015

EMIGRAR PARA SOBREVIVIR


Artículo de Damián Rubio publicado en Infolínea.
Según informaciones facilitadas por la OIM (Organización Internacional para las Migraciones), en lo que va de 2015, han fallecido intentando cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa  2.373 personas, entre inmigrantes y refugiados.
Este verano está siendo especialmente trágico, tal y como nos están mostrando los medios de comunicación con noticias referidas a naufragios masivos, asfixiados en las bodegas de barcos y fallecidos en camiones y furgonetas patera.
Son personas que huyen obligados por la miseria o los conflictos bélicos en sus países de origen, y que ven en Europa la posibilidad de emprender una nueva vida con más posibilidades para sí mismos y sus familiares. Muchos de ellos, en su desesperación, se ven atrapados por las mafias que trafican con personas, sometidos a condiciones infrahumanas y sujetos al riesgo de ser estafados o abandonados a su suerte.
Durante muchos años los poderes económicos europeos han fomentado el efecto llamada, por considerar a los inmigrantes como mano de obra barata e imprescindible para el sistema. Al mismo tiempo que servía para reducir costes en la producción y aumentar los beneficios.
Mientras la situación económica permitía que la mano de obra inmigrante realizase las tareas más duras y peor remuneradas, “todo parecía estar en orden”. Con la crisis, y la pérdida de puestos de trabajo correspondiente, los inmigrantes empezaron a ser un estorbo. Los españoles que emigraron en las décadas de los años 50 y 60 saben de lo que estoy hablando.
Las personas que actualmente cruzan el Mediterráneo desde su orilla sur no vienen por el efecto llamada ni para enriquecerse, sino para sobrevivir. En Europa, “cuna de la civilización”, se nos llena la boca de derechos humanos, pero nos cuesta mucho ponerlos en práctica; es más fácil llenar las fronteras de alambradas, muros y fuerzas de seguridad.
La empatía y la solidaridad las reservamos para los extranjeros que viene “con billetes”, sin importarnos –en ese caso- raza, religión o ideología. Sin embargo, cuando se trata de personas sin recursos, utilizamos el efecto “clínex”: los usamos cuando hacen falta, y queremos que desaparezcan cuando no los necesitamos.
Queda muy bien el discurso que propone solucionar los problemas en sus países de origen. Pero, hasta ahora, a nuestros dirigentes únicamente se les ha ocurrido apoyar a gobernantes genocidas y dictadores, o provocar conflictos bélicos inacabables con el objetivo de controlar los recursos económicos de esos países. Los que no tienen ninguna riqueza de interés “se pueden morir tranquilamente en su miseria”.
El afán de supervivencia del ser humano es superior a fronteras, muros, alambradas y políticas insolidarias. Ha llegado el momento de que los organismos internacionales cumplan su verdadera función para afrontar la crisis humanitaria que estamos viviendo con los migrantes y refugiados, y que los gobiernos de los “países ricos” emprendan políticas  solidarias con sus inmigrantes y favorezcan el desarrollo económico y social de los países pobres.
Damián Rubio es Coordinador Local de IU-Verdes-Alhama

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