sábado, 21 de diciembre de 2019

PUENTE DE LA CONSTITUCIÓN


Artículo de Damián Rubio publicado en Infolinea del 22 de noviembre

El pasado día 6 de diciembre, como en años anteriores, se celebró el Día de la Constitución, festividad que conmemora la fecha en la que se ratificó mediante referéndum la Carta Magna en el año 1978.

Desde hace de 41 años, se ha convertido en un clásico el macro-puente que da el pistoletazo de salida a las festividades navideñas, en el que además se suelen celebrar actos de carácter institucional relacionados con la Constitución. Tengo la sensación que, pese a la importancia de la fecha, sigue prevaleciendo la celebración de forma testimonial en las instituciones sobre su implantación como fiesta popular en la que se celebren la recuperación de la democracia y de una Carta Magna que contiene valores tan importantes como la tolerancia, la libertad, la igualdad, el pluralismo, la justicia social, la participación ciudadana, etc.  Todo lo que  la dictadura franquista nos arrebató a los españoles y nos  mantuvo secuestrados durante más de 40 años de represión.

Las celebraciones de carácter institucional se reducen, año tras año, al mismo protocolo institucional, con la participación de  los presidentes de Congreso y Senado, al igual que  representantes de administraciones e instituciones del Estado. Lo único que cambia son los detalles o anécdotas de estos actos que los medios de comunicación consideran destacables, como las ausencias más o menos sonadas, las declaraciones que puedan romper la monotonía o que se capte alguna imagen a la que se pueda “sacar punta”, como ha sucedido este año en la que se ha “pillado in fraganti” a líderes de partidos políticos antagónicos echándose unas risas en común.

La noticia destacada de este largo fin de semana ha sido el alto grado de ocupación hotelera en los habituales lugares de vacaciones. Más allá de las declaraciones institucionales, apenas ha quedado espacio para valorar que tengamos una Constitución que propugna la convivencia pacífica entre los españoles, con independencia de ideologías políticas, posición social, raza, condición sexual, procedencia o creencia religiosa; ni que, a pesar de todo, la Constitución del 78 haya servido para que los españoles vivamos un largo periodo de estabilidad política y convivencia pacífica; o el debate sobre si ha llegado el momento de abordar en profundidad el texto constitucional para reformarlo y adaptarlo a la sociedad española del siglo XXI, para que en ella quepamos todos.

También es cierto que las dos reformas del texto constitucional que se han abordado han sido las siguientes: una, en 1992, para permitir el voto de los extranjeros comunitarios en las elecciones municipales; y otra, en 2011,  la modificación del artículo 135 para priorizar los intereses financieros por encima de las necesidades de los ciudadanos, ninguna de ellas se ha llevado a cabo por aclamación popular, precisamente. Ambas nos han venido desde Europa, la primera con un carácter de “ampliación de fronteras democráticas” y la segunda, no exenta de controversia, impuesta por los poderes económicos.

Por mi parte, quiero recordar que, el 9 de diciembre de 1931, se aprobó la Constitución de la II República Española, que puso a nuestro país en aquel momento a la vanguardia de lo que era una moderna democracia, especialmente en el ámbito de las libertades y los derechos sociales. También que en nuestro país mantenemos una jefatura de Estado hereditaria y que considero necesario que los ciudadanos podamos decidir qué modelo de estado queremos, si perpetuar la dinastía Borbónica o una república en la que Jefatura de Estado sea elegida democráticamente por los ciudadanos.
Damián Rubio es Coordinador Local de IU-Verdes

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