Durante el pasado verano se suscitó en nuestro pueblo la polémica sobre el horario de cierre de las terrazas ocupadas por los establecimientos hosteleros. En la misma chocaban los intereses de empresarios y vecinos afectados. Unos defendían su derecho a buscar la máxima rentabilidad de su negocio y otros el suyo al descanso, ambos perfectamente legítimos. Se hacía necesario, por tanto, actualizar la Ordenanza de Licencias de Actividad, que ya estaba desfasada, para regular, entre otras cuestiones, el horario de ocupación de la vía pública para actividades comerciales.
El clima de nuestra Región invita a pasar mucho tiempo en la calle, especialmente en verano cuando las temperaturas son tan rigurosas. Forma parte de nuestra cultura y tradiciones “tomar el fresco” en la puerta de nuestra casa o en la terraza del bar. Esto siempre ha favorecido las relaciones sociales entre vecinos y amigos, sin que haya supuesto mayores problemas. Creo que esta ha sido una de las grandes ventajas de vivir en un pueblo, por lo que supone de proximidad, tranquilidad y confianza entre los ciudadanos.
Los tiempos han cambiado mucho. Desde hace varios años la aceleración del ritmo de vida también ha afectado a los pueblos. En Alhama ya nadie se atreve a montar una tertulia con los vecinos en plena calle, el espacio que antes se ocupaba está invadido por los coches aparcados. Si por casualidad se consigue un pequeño hueco, no se puede disfrutar tranquilamente porque el tráfico rodado pone en riesgo la integridad física. Ni siquiera los barrios periféricos se libran de este problema.
Por otra parte, la actividad económica de nuestro pueblo se ha concentrado mayoritariamente en la industria con producción intensiva, que emplea las veinticuatro horas del día, con diferentes turnos de trabajo, para conseguir sus objetivos. De este modo entran en conflicto el horario de ocio de unos trabajadores con el descanso de otros.
Como anteriormente he referido, la polémica se produjo este último verano en las nuevas zonas de expansión del casco urbano, donde se permite compatibilizar el uso residencial con el comercial y hostelero. La perspectiva del propietario cambia dependiendo de la adquisición de una vivienda o de un bajo comercial. El primero ve una zona verde con amplios lugares de esparcimiento, en tanto que el segundo percibe la oportunidad de aumentar sus posibilidades de negocio. Corresponde al Ayuntamiento, que es el responsable de la planificación urbanística, arbitrar soluciones que permitan la convivencia sin fricciones.
En el pasado Pleno, en el que se aprobó la Ordenanza que regulará estas cuestiones, me sorprendió que no hubiesen representantes de las partes afectadas, sobre todo después de las intensas campañas de recogida de firmas que unos y otros han realizado durante los meses previos. Se podría pensar que el Ayuntamiento ha conseguido “la cuadratura del círculo” contentando a ambas partes.
Como siempre, asistí al Pleno y me encontré más solo que de costumbre. No sé si fue por el adelanto de la sesión o porque ya estaba “to el pescao vendio”.
El clima de nuestra Región invita a pasar mucho tiempo en la calle, especialmente en verano cuando las temperaturas son tan rigurosas. Forma parte de nuestra cultura y tradiciones “tomar el fresco” en la puerta de nuestra casa o en la terraza del bar. Esto siempre ha favorecido las relaciones sociales entre vecinos y amigos, sin que haya supuesto mayores problemas. Creo que esta ha sido una de las grandes ventajas de vivir en un pueblo, por lo que supone de proximidad, tranquilidad y confianza entre los ciudadanos.
Los tiempos han cambiado mucho. Desde hace varios años la aceleración del ritmo de vida también ha afectado a los pueblos. En Alhama ya nadie se atreve a montar una tertulia con los vecinos en plena calle, el espacio que antes se ocupaba está invadido por los coches aparcados. Si por casualidad se consigue un pequeño hueco, no se puede disfrutar tranquilamente porque el tráfico rodado pone en riesgo la integridad física. Ni siquiera los barrios periféricos se libran de este problema.
Por otra parte, la actividad económica de nuestro pueblo se ha concentrado mayoritariamente en la industria con producción intensiva, que emplea las veinticuatro horas del día, con diferentes turnos de trabajo, para conseguir sus objetivos. De este modo entran en conflicto el horario de ocio de unos trabajadores con el descanso de otros.
Como anteriormente he referido, la polémica se produjo este último verano en las nuevas zonas de expansión del casco urbano, donde se permite compatibilizar el uso residencial con el comercial y hostelero. La perspectiva del propietario cambia dependiendo de la adquisición de una vivienda o de un bajo comercial. El primero ve una zona verde con amplios lugares de esparcimiento, en tanto que el segundo percibe la oportunidad de aumentar sus posibilidades de negocio. Corresponde al Ayuntamiento, que es el responsable de la planificación urbanística, arbitrar soluciones que permitan la convivencia sin fricciones.
En el pasado Pleno, en el que se aprobó la Ordenanza que regulará estas cuestiones, me sorprendió que no hubiesen representantes de las partes afectadas, sobre todo después de las intensas campañas de recogida de firmas que unos y otros han realizado durante los meses previos. Se podría pensar que el Ayuntamiento ha conseguido “la cuadratura del círculo” contentando a ambas partes.
Como siempre, asistí al Pleno y me encontré más solo que de costumbre. No sé si fue por el adelanto de la sesión o porque ya estaba “to el pescao vendio”.
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