El Jardín de los Patos es un lugar emblemático de Alhama desde su construcción, a principios de los años 50. Son ya muchas las generaciones que han disfrutado de este espacio, situado en el centro neurálgico de la localidad. Desde el mismo se puede tomar el pulso de la vida cotidiana de nuestro pueblo, a la vez que disfrutar de espontáneas tertulias con los amigos cuando el calor se hace insoportable en las largas noches de verano. De esto sabe mucho nuestro buen amigo Tomás.
Sin duda, es un lugar al que le hemos tomado mucho cariño porque forma parte de nuestra memoria colectiva más reciente. Somos muchos los que recordamos sus orígenes, cuando su aspecto era mucho más bonito que el actual: bancos con azulejos de colores, mosaicos de piedra que dibujaban figuras relacionadas con el mar, abundante vegetación, columnas de estilo clásico, que servían de soporte a unas pérgolas con traviesas de madera, sobre las que descansaban numerosas enredaderas, etc. Todo ello completado con dos fuentes conmemorativas de la llegada del agua del Taibilla: la de los Patos y la del almirante Bastarreche.
El afán de nuestros políticos por inmortalizarse realizando grandes obras trajo como consecuencia la primera remodelación del Jardín de los Patos. El gobierno socialista cambió notablemente su aspecto, sustituyendo las columnas antiguas por otras de hormigón y los bancos de azulejos por otros de aspecto moderno, más funcionales pero con menor valor estético. Por supuesto, no quedó ni rastro de los mosaicos anteriormente referidos. El resultado no fue como “para tirar cohetes”.
En la actualidad, el gobierno del PPSOE está empeñado en darle la “puñalada definitiva” al Jardín de los Patos. Existe un proyecto de remodelación radical que, si se aprueba, borrará cualquier rastro del estilo arquitectónico anterior. Se trata de construir un espacio diáfano, sin apenas elementos, con la idea de dar continuidad al atrio de la Iglesia de San Lázaro. Constituiría la segunda fase de un proyecto que engloba a toda la calle de la Feria. Se mantendrían los siete árboles de gran porte existentes, el monumento a Bastarreche y una irreconocible fuente de los Patos. El resto es lo más parecido a un desierto de adoquines, que no invita a permanecer en él, rompiendo definitivamente con su espíritu acogedor y de lugar de encuentro. Tengo la sensación de que lo que se pretende es crear un lugar incómodo, que evite la reunión de ciudadanos en este espacio público y las “tertulias” que ponen nerviosos a algunos de nuestros gobernantes.
Creo que este concepto de arquitectura podría venir bien para construcciones modernas o para resaltar los edificios con algún valor artístico. Desgraciadamente no se da ninguno de los dos casos en este lugar. Los pocos edificios con valor, como los antiguos cines, hace tiempo que sucumbieron a la especulación urbanística.
El capricho del Sr. Alcalde, principal valedor de este proyecto, puede costarnos casi 600.000 € (100 millones de las antiguas pesetas) si atendemos a lo que reflejan los presupuestos de este año. Entiendo que este jardín necesita una intervención que lo adecente, pero no es una actuación prioritaria y, por su puesto, no tenemos por qué pagar los alhameños el afán del Sr. Romero por dejar su sello antes de abandonar la Alcaldía.
Sin duda, es un lugar al que le hemos tomado mucho cariño porque forma parte de nuestra memoria colectiva más reciente. Somos muchos los que recordamos sus orígenes, cuando su aspecto era mucho más bonito que el actual: bancos con azulejos de colores, mosaicos de piedra que dibujaban figuras relacionadas con el mar, abundante vegetación, columnas de estilo clásico, que servían de soporte a unas pérgolas con traviesas de madera, sobre las que descansaban numerosas enredaderas, etc. Todo ello completado con dos fuentes conmemorativas de la llegada del agua del Taibilla: la de los Patos y la del almirante Bastarreche.
El afán de nuestros políticos por inmortalizarse realizando grandes obras trajo como consecuencia la primera remodelación del Jardín de los Patos. El gobierno socialista cambió notablemente su aspecto, sustituyendo las columnas antiguas por otras de hormigón y los bancos de azulejos por otros de aspecto moderno, más funcionales pero con menor valor estético. Por supuesto, no quedó ni rastro de los mosaicos anteriormente referidos. El resultado no fue como “para tirar cohetes”.
En la actualidad, el gobierno del PPSOE está empeñado en darle la “puñalada definitiva” al Jardín de los Patos. Existe un proyecto de remodelación radical que, si se aprueba, borrará cualquier rastro del estilo arquitectónico anterior. Se trata de construir un espacio diáfano, sin apenas elementos, con la idea de dar continuidad al atrio de la Iglesia de San Lázaro. Constituiría la segunda fase de un proyecto que engloba a toda la calle de la Feria. Se mantendrían los siete árboles de gran porte existentes, el monumento a Bastarreche y una irreconocible fuente de los Patos. El resto es lo más parecido a un desierto de adoquines, que no invita a permanecer en él, rompiendo definitivamente con su espíritu acogedor y de lugar de encuentro. Tengo la sensación de que lo que se pretende es crear un lugar incómodo, que evite la reunión de ciudadanos en este espacio público y las “tertulias” que ponen nerviosos a algunos de nuestros gobernantes.
Creo que este concepto de arquitectura podría venir bien para construcciones modernas o para resaltar los edificios con algún valor artístico. Desgraciadamente no se da ninguno de los dos casos en este lugar. Los pocos edificios con valor, como los antiguos cines, hace tiempo que sucumbieron a la especulación urbanística.
El capricho del Sr. Alcalde, principal valedor de este proyecto, puede costarnos casi 600.000 € (100 millones de las antiguas pesetas) si atendemos a lo que reflejan los presupuestos de este año. Entiendo que este jardín necesita una intervención que lo adecente, pero no es una actuación prioritaria y, por su puesto, no tenemos por qué pagar los alhameños el afán del Sr. Romero por dejar su sello antes de abandonar la Alcaldía.
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