El pasado sábado, 15 de octubre, se produjo la primera manifestación de la historia convocada globalmente. Los ciudadanos de 951 ciudades, de más de 80 países diferentes, se echaron a la calle para manifestarse de forma pacífica en contra de las políticas que están llevando a cabo sus gobiernos, centradas en mantener los privilegios de los más poderosos y asfixiar a las clases sociales más desfavorecidas. El origen de esta protesta global de los ciudadanos está en el movimiento 15-M, que tomó la Puerta del Sol el pasado mes de mayo.
El hecho de que millones de personas se unan en una reivindicación a nivel mundial hubiera sido imposible sin la influencia del enorme poder de convocatoria que están demostrando las redes sociales, que están por encima de la manipulación que ejerce el capital a través de sus medios de comunicación. Es curioso que en Murcia, sin ir más lejos, los citados medios hablen de 5.000 participantes, cuando los que allí estuvimos sabemos que fuimos muchos más, aproximadamente 15.000 personas, entre ellas un centenar de alhameños. No es que me entretuviese en contarlos, sino que se han publicado, por medios independientes, informaciones más serias que explican sus datos de forma razonada y gráfica.
Los poderes públicos tienen un gran empeño en ofrecer una imagen distorsionada de lo que representa este movimiento ciudadano. Es curioso que en los medios de comunicación se hiciese especial hincapié en ofrecer imágenes de los disturbios provocados por elementos incontrolados en Italia, que representaron una mera anécdota dentro de la actitud cívica generalizada que predominó en las manifestaciones del resto del mundo. A nadie se le escapa el especial interés del poder en identificar estos movimientos con los anti-sistema, aunque para ello tengan que recurrir al juego sucio infiltrando miembros de la policía entre los manifestantes, como sucedió (así lo atestiguan diversos videos difundidos por Internet) en Cataluña recientemente.
Dentro de la estrategia de desprestigio orquestada desde el poder está el considerar “perro-flautas” a todos los ciudadanos críticos con sus políticas. Estoy pensando en comprarme un jersey con el “cocodrilo”, o un traje de chaqueta de algún diseñador famoso, para participar en la próxima manifestación.
En nuestro país la convocatoria ha tenido una respuesta masiva porque los ciudadanos estamos hartos de recortes laborales, de modificaciones de la Constitución sin consulta popular, de aguantar una Ley Electoral injusta que beneficia a los grupos nacionalistas y al bipartidismo, de desahucios, de reforma de pensiones, de que se financie con dinero público los agujeros de los bancos, de privatizaciones del sector público, de favores a las grandes empresas, de recortes en educación, sanidad y cultura, de que se mantengan los privilegios de los poderosos, de que se ofenda a los parados, de recoger migajas, etc.
En el resto de países, del mal llamado “mundo desarrollado”, también ha habido una participación numerosa de personas que comparten en gran medida las reivindicaciones anteriormente señaladas, especialmente las referidas a la lucha contra la corrupción, la transparencia en la gestión política y el control de la banca.
Me gustaría que este movimiento ciudadano no se quedase sólo en la calle, sino que se mantuviese y que llegase a tener poder de decisión en las instituciones. Para ello, hay que empezar por ejercer el derecho al voto el próximo 20 de noviembre para desalojar del poder a quienes no creen en lo público y nos han metido en este “fregao”.
El hecho de que millones de personas se unan en una reivindicación a nivel mundial hubiera sido imposible sin la influencia del enorme poder de convocatoria que están demostrando las redes sociales, que están por encima de la manipulación que ejerce el capital a través de sus medios de comunicación. Es curioso que en Murcia, sin ir más lejos, los citados medios hablen de 5.000 participantes, cuando los que allí estuvimos sabemos que fuimos muchos más, aproximadamente 15.000 personas, entre ellas un centenar de alhameños. No es que me entretuviese en contarlos, sino que se han publicado, por medios independientes, informaciones más serias que explican sus datos de forma razonada y gráfica.
Los poderes públicos tienen un gran empeño en ofrecer una imagen distorsionada de lo que representa este movimiento ciudadano. Es curioso que en los medios de comunicación se hiciese especial hincapié en ofrecer imágenes de los disturbios provocados por elementos incontrolados en Italia, que representaron una mera anécdota dentro de la actitud cívica generalizada que predominó en las manifestaciones del resto del mundo. A nadie se le escapa el especial interés del poder en identificar estos movimientos con los anti-sistema, aunque para ello tengan que recurrir al juego sucio infiltrando miembros de la policía entre los manifestantes, como sucedió (así lo atestiguan diversos videos difundidos por Internet) en Cataluña recientemente.
Dentro de la estrategia de desprestigio orquestada desde el poder está el considerar “perro-flautas” a todos los ciudadanos críticos con sus políticas. Estoy pensando en comprarme un jersey con el “cocodrilo”, o un traje de chaqueta de algún diseñador famoso, para participar en la próxima manifestación.
En nuestro país la convocatoria ha tenido una respuesta masiva porque los ciudadanos estamos hartos de recortes laborales, de modificaciones de la Constitución sin consulta popular, de aguantar una Ley Electoral injusta que beneficia a los grupos nacionalistas y al bipartidismo, de desahucios, de reforma de pensiones, de que se financie con dinero público los agujeros de los bancos, de privatizaciones del sector público, de favores a las grandes empresas, de recortes en educación, sanidad y cultura, de que se mantengan los privilegios de los poderosos, de que se ofenda a los parados, de recoger migajas, etc.
En el resto de países, del mal llamado “mundo desarrollado”, también ha habido una participación numerosa de personas que comparten en gran medida las reivindicaciones anteriormente señaladas, especialmente las referidas a la lucha contra la corrupción, la transparencia en la gestión política y el control de la banca.
Me gustaría que este movimiento ciudadano no se quedase sólo en la calle, sino que se mantuviese y que llegase a tener poder de decisión en las instituciones. Para ello, hay que empezar por ejercer el derecho al voto el próximo 20 de noviembre para desalojar del poder a quienes no creen en lo público y nos han metido en este “fregao”.
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