El pasado 27 de diciembre,
víspera del Día de los Inocentes, como de costumbre, asistí al pleno ordinario
con el que se cerraba el ejercicio 2012. En esta ocasión, llegué tarde muy a mi
pesar porque el Sr. Alcalde decidió adelantar la sesión una hora, en previsión
de que el mismo se alargase demasiado debido al extenso orden del día, que
incluía trece puntos, el último de ellos referido a los presupuestos
municipales para 2013.
Los Presupuestos, como su propio
nombre indica, contienen las previsiones de ingresos y gastos que el Gobierno
Municipal tiene para los próximos doce meses, correspondientes al año 2013.
Suponen un adelanto de las intenciones políticas de quienes nos gobiernan y, a
través de ellos, podemos conocer las líneas maestras por las que se
regirán sus futuras actuaciones. En este
artículo no voy a realizar un análisis
exhaustivo de cada una de las partidas que los componen, pero sí puedo
hacer una valoración global de los mismos para que los alhameños conozcan mis
percepciones al respecto.
En primer lugar, salta a la vista
que es un presupuesto rácano, en el cual apenas hay dinero para inversiones que
mejoren las instalaciones y servicios
que actualmente se prestan desde el Ayuntamiento. Prácticamente el 90 % de los
gastos se destina a personal, contratos con las empresas adjudicatarias de
servicios municipales, suministros de materiales, agua y energía, o a subvencionar las distintas asociaciones
locales.
En cuanto a los ingresos, las
tres cuartas partes salen directamente de los bolsillos de los alhameños. El
resto también tiene la misma procedencia, aunque vengan por otras vías: el 5%
de la Comunidad Autónoma, para cubrir parte de la financiación las cuestiones
de su competencia, y el 20 % restante de lo que nos corresponde por lo que
tributamos al Estado. En definitiva, queda meridianamente claro que nadie nos
presta ningún servicio que antes no hayamos pagado con creces. Lo que resulta
escandaloso es que cada vez paguemos más y a cambio recibamos peores servicios.
Si estuviésemos hablando de transacciones comerciales, diríamos que los más
beneficiados son los intermediarios, en este caso los políticos que gestionan
nuestro dinero.
La sensación general que percibí
en el Pleno es que los presupuestos presentados por el Concejal de Hacienda de
nuestro Ayuntamiento no dan lugar a lucimiento alguno. Es decir, no suponen
algo de lo que puedan sentirse orgullosos y sacar rédito electoral, sino todo
lo contrario: son un claro ejemplo del incumplimiento de su programa, en el que
nos prometían congelar los impuestos y una inmejorable conexión con los
Gobiernos de Rajoy y Valcárcel. Esto
explica que no se debatiesen en un pleno extraordinario, sino al final de uno
ordinario y después de debatir once puntos previos. Además, el Sr. Cánovas
utilizó un lenguaje técnico-administrativo y
una velocidad de vértigo en su exposición, con la clara intención de que
nadie entendiese “ni papa”.
Por otra parte, las caras de
aburrimiento de la bancada popular, sus molestos “cuchicheos” y el constante
manejo de sus aparatos de telefonía móvil durante el desarrollo del pleno,
evidencian su falta de respeto a los ciudadanos a los que representan y la
prepotencia con la que manejan su “rodillo”. Yo me pregunto para qué
necesitamos doce concejales gobernantes si normalmente sólo intervienen uno
para exponer, otro para “dorar la píldora” y el Alcalde, que no pierde ocasión para
sentirse aludido.
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