foto del nuevo rey en el salón de plenos del Ayuntamiento de Alhama
artículo de Damián Rubio para Línea Local
Cuando escribo este artículo,
faltan sólo dos días para la proclamación de Felipe VI como nuevo Rey de
España. El acto, según lo previsto, habrá tenido lugar el jueves 19 de junio en
las Cortes Generales. La toma de posesión se produce después de la abdicación
de Juan Carlos I y de la ratificación del Parlamento, a través de una ley orgánica
aprobada por el 85 % de los diputados y ratificada por el 90 % de los
senadores.
Mi primera conclusión es que los
resultados indicados no representan fielmente el sentir de los españoles en
relación a la continuidad o no de la Monarquía. Queda claro que buena parte de los parlamentarios no
representan a quienes le han votado, puesto que muchos de ellos han sido
“rehenes” de la disciplina de voto impuesta por su partido.
Creo que si a la sociedad
española se le permitiera elegir libremente, en referéndum, la forma de
Gobierno entre monarquía o república, los resultados serían muy distintos. No
se trata de cambiar sólo la forma de elegir la Jefatura del Estado, sino de optar
por un sistema de gobierno más participativo y democrático. No es cuestión de
cambiar únicamente terminologías o personas, sino la manera de gobernar.
La proclamación de Felipe VI
coloca al Juan Carlos I en una situación no contemplada hasta el día de hoy: deja
de ser rey y no ostenta ningún cargo representativo. En teoría, es un ciudadano
privilegiado que vivirá en un palacio a costa del erario público, como miembro
de la nueva Familia Real y al que, además, se pretende dotar de un aforamiento
especial ante los tribunales de justicia. Sus funciones son una incógnita, ya que
dependerán de lo que determine el nuevo Rey, sin que esto este contemplado en
ningún ordenamiento legal.
La nueva situación nos descubre
que un rey tiene privilegios durante su reinado y también después del mismo,
aunque haya abdicado por voluntad propia. Ya sabíamos que el cargo de rey es
hereditario, lo que desconocíamos es que después de dejar la Corona se tuviesen
que elaborar normas exprofeso para “mantener a salvo” al monarca saliente.
Lo anteriormente expuesto no
hacer más que reafirmar mi opinión, expresada en esta misma columna hace un par
de semanas: “el Monarca pretende salvar los muebles antes de que el descrédito de
la Corona sea mayor, que las Cortes tengan una composición poco propicia para
las maniobras sucesorias y se complique
la cesión de la jefatura del estado a su heredero”.
Todo este asunto de la abdicación
de Juan Carlos I y proclamación de Felipe VI no es flor de un día, se ha
cocinado a fuego lento en los salones de Palacio. Hasta que el Rey no ha tenido
la absoluta seguridad de que tendría el apoyo incondicional del bipartidismo
(PPSOE) y de los poderes económicos de este país, “no ha movido ni un tirante”.
Los ciudadanos no contamos para nada.
Desde distintas instancias del PP,
se ha hecho un llamamiento a los madrileños a llenar la ciudad de banderas
nacionales para testimoniar en nombre de toda España el pleno respaldo a los nuevos Reyes, como prueba de patriotismo. Creo que
la respuesta a esta llamada va a depender mucho del resultado de “la Roja”
frente a Chile, en el partido mundialista de la noche anterior.
Damián Rubio es Coordinador Local de IU-Alhama