sábado, 25 de octubre de 2014

GARBANZOS NEGROS CON CHORIZO


Artículo de Damián Rubio publicado en Línea Local

La corrupción política se ha convertido en un mal endémico en la sociedad española, hasta el extremo de convertirse en la segunda preocupación de los ciudadanos después del paro. Son innumerables los casos que aparecen en los medios, día sí y día también, referidos a políticos de todas las administraciones: local, regional y nacional.
Se trata de un problema ético de enorme calado que socava las raíces mismas de la democracia. Los ciudadanos constatamos, indefensos, como nuestros representantes acceden al cargo para el que los elegimos e inmediatamente se olvidan de nosotros para satisfacer sus intereses particulares y los de sus allegados.
Entre los asuntos más destacados podemos citar los de Noos (Urdangarín), Ere`s (Andalucía), Gürtell, Fabra y Bárcenas. Lo más reciente es el caso de las tarjetas opacas utilizadas por los consejeros y directivos de Caja Madrid, que han estado gastando dinero a espuertas mientras que rescatábamos la entidad con el erario público.
A nivel regional no nos quedamos cortos en la imputación de consejeros, alcaldes y concejales. En la mayor parte de estos casos la corrupción ha estado vinculada a los desarrollos urbanísticos, tales como: la Zerrichera, Nueva Condomina, Novo Carthago, o los casos Biblioteca y Totem en las vecinas localidades de Librilla y Totana, respectivamente.
Los ciudadanos estamos hartos de este tipo de políticos y necesitamos, de una vez por todas, que se produzca una regeneración profunda. El primer paso debe ser la reprobación social de estas actuaciones, por encima de las siglas de instituciones o partidos. No es de recibo que un representante público corrupto permanezca en el cargo hasta agotar la legislatura, y que además se le permita presentarse a la reelección.
Con demasiada frecuencia asistimos al esperpento representado por los partidos políticos cuando exigen la dimisión del imputado si se trata de un adversario, en tanto que, cuando el caso surge en sus propias filas, “ponen la mano en el fuego” por su correligionario hasta que la justicia demuestre lo contrario.
Creo que, tal como está configurado nuestro sistema político, los cargos públicos representan a los ciudadanos a la vez que a un partido. Por tanto, ante un caso contrastado de corrupción, el grupo político al que pertenecen debe dar ejemplo suspendiendo de militancia y exigiendo su dimisión a las personas implicadas, mientras que la justicia determina las responsabilidades penales a que hubiera lugar.
Estamos hartos de ver como los grandes corruptos, al final, ante la lentitud de la justicia o el más mínimo resquicio legal, “se van de rositas” con los argumentos más peregrinos. Sin embargo, los ciudadanos de a pie, por muchísimo menos, tienen que hacer frente a sanciones económicas y privaciones de libertad.
Los ciudadanos tenemos la posibilidad de negar nuestro voto a los partidos que amparan la corrupción. Nadie está libre de tener en sus filas algún “garbanzo negro”, pero si se detecta hay que “hacer limpieza”. Lo que no es de recibo es negar lo evidente, o pretender mantener en los cargos públicos a quienes han demostrado suficientemente que son unos “chorizos”.

Damián Rubio es Coordinador Local de IU-Verdes Alhama

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