Los seres humanos para estar en sociedad necesitamos unas normas que nos permitan vivir tranquilos y seguros. Además, el cumplimiento de unas pautas cívicas nos hace sentirnos satisfechos de pertenecer a un colectivo. Para todos nosotros resulta agradable disfrutar de jardines limpios, calles en perfecto estado, recibir un trato correcto en nuestras relaciones con otras personas o pasear por ciudades donde se respire tranquilidad y seguridad. Esto son sólo algunos de los beneficios que nos puede reportar una buena educación ciudadana.
Desgraciadamente, en nuestro pueblo sin ir más lejos, cada vez se nota más la ausencia de civismo en algunos integrantes de nuestra sociedad. Basta con darnos un paseo por las calles de Alhama para ver innumerables muestras del enorme desprecio por lo público que tienen algunas personas. Es frecuente encontrar papeleras quemadas, mobiliario urbano deteriorado, excrementos de perro por doquier, restos de “botellón” en jardines y nuevas urbanizaciones, calles y portales de viviendas, próximos a locales de ocio, convertidos en vomitorios y urinarios públicos , vehículos que han sufrido desperfectos, rotura de vallado y elementos de recreo en los espacios públicos, etc. El colmo de la falta de respeto a la propiedad de todos los ciudadanos, se produce cuando algunas personas se apropian de mobiliario urbano o elementos decorativos para su uso particular. A menudo desaparecen plantas ornamentales, e incluso bancos, de nuestros jardines.
Me resulta indignante que se nos meta a todos en el mismo paquete, diciendo que este desprecio por lo público es propio del carácter latino. Realmente creo que esto no es así, sino que es un ejemplo palpable de la ausencia de educación ciudadana en una parte importante de nuestra población, que se justifica de las formas más peregrinas: ataque al sistema, pura diversión, carestía de los locales de ocio, urgencias fisiológicas, libertad mal entendida, etc.
Es evidente la imposibilidad de solucionar el problema poniendo un guardia detrás de cada ciudadano o vigilancia permanente en todos los espacios públicos. Personalmente, tampoco soy partidario del uso indiscriminado de cámaras que vigilen todos nuestros movimientos cuando pisamos la calle, convirtiendo nuestras ciudades en un Gran Hermano global. Es mucho más inteligente invertir en educación ciudadana, para conseguir personas más respetuosas con sus conciudadanos y con la propiedad de todos. La familia tiene que predicar con el ejemplo, la escuela impartir esta enseñanza en todos sus niveles y las instituciones –además de predicar con el ejemplo- cuidar lo público con mimo y con esmero.
Si conseguimos, con la educación, ciudadanos que amen y respeten lo público, ellos mismos serán los que lo defiendan y lo cuiden como algo propio. Creo que a nadie, en su casa o en sus “dominios privados”, se le ocurre deteriorar intencionadamente sus pertenencias. Con la educación es posible lograr que nuestros políticos sean los primeros en defender los servicios públicos, frente a la corriente privatizadora que busca el beneficio económico en todo lo que emprende. También podemos aprender a distinguir claramente quién, de forma sibilina y disfrazado de “salvapatrias”, persigue su promoción personal, utilizando las instituciones públicas para ello y menospreciando a quienes tienen vocación de servicio a la sociedad.
Immanuel Kant, mucho más erudito que yo, ya dijo: “tan sólo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él.”
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