Artículo de Damián Rubio publicado en Infolínea
Recientemente, los medios de
comunicación local han publicado informaciones relacionadas con el robo de
diverso material en espacios públicos. Concretamente, césped artificial y
losetas de caucho de las que se utilizan en las zonas de juegos infantiles.
Parece ser que algún “ciudadano” se apropió del mismo, posiblemente para hacer
algunos arreglos en su propiedad.
Este hecho, aunque pueda
parecer aislado, está muy relacionado con el desprecio que en este país se
tiene por lo público, y que se ve reflejado en otros actos como los destrozos
en mobiliario urbano, suciedad en las calles, excrementos de mascotas,
pintadas, basuras fuera de los contenedores, etc.
Las causas del ataque a los
bienes públicos pueden tener distintos orígenes, desde el puro divertimento de
los que encuentran placer en destrozar, hasta la apropiación para beneficio
propio. Sin olvidar otras motivaciones como: venganza, frustración personal,
afán por llamar la atención, etc. No obstante, el denominador común lo podemos
encontrar en la creencia de que lo público es algo abstracto que, aun siendo nuestro,
no nos pertenece. Aunque pueda parecer contradictorio, se piensa que no es de
nadie y podemos usarlo en nuestro provecho o destrozarlo, según nos venga en
gana.
Desgraciadamente, la continua
aparición en los medios de comunicación de noticias sobre la corrupción política,
en las que los representantes públicos utilizan, con total impunidad, su cargo
en beneficio propio o de sus allegados -familiares e ideológicos- no es un buen
referente para los ciudadanos. Además, como se ha podido comprobar, estas
actitudes no pasan factura electoral, sino todo lo contario.
En este país, el que se
aprovecha de lo público no es socialmente reprobado por los demás, más bien al
contrario, es sujeto de admiración e imitación. Se minimiza el delito o su
falta de civismo, se aplaude su actitud y se le considera “un tipo listo”. El cuento
al revés: a los “mangantes” les llamamos listos y a los honrados, tontos. La
picaresca está secularmente metida en nuestro ADN, y siempre se ha considerado
digna de admiración la habilidad para engañar.
Creo que la educación para
la ciudadanía sigue siendo una asignatura pendiente en la sociedad española,
que debería empezar en la familia con padres que prediquen con el ejemplo y sirvan
de referente a sus hijos en este terreno. No podemos pedirle a un niño que
respete lo público, si no ve que en su entorno familiar se hace. La escuela,
también tiene su trabajo a realizar, reforzando lo que los niños aprenden en
casa. Por su parte, la sociedad tiene que cumplir su parte reprobando las
actitudes incívicas y valorando, por el contrario, honradez y civismo.
En los delitos contra lo
público -si verdaderamente queremos acabar con estas actitudes- no basta con
sancionar al que se coge “in fraganti”, también se debe restituir el daño
causado, devolver lo robado e imponer una pena superior al beneficio obtenido.
Los ciudadanos tenemos que colaborar con la justicia
denunciando los delitos que afecten a los bienes públicos, que son de todos y
se pagan con nuestro dinero. El que roba algo público nos despoja de nuestros
derechos y atenta contra nuestro bolsillo. Y no me refiero sólo al que sustrae
losetas o césped artificial.
Damián Rubio es Coordinador Local de IU-Verdes Alhama
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