Todavía resuenan los ecos de la dura actuación de la policía contra los ciudadanos que expresaban pacíficamente su descontento ante el Congreso de los Diputados. La propuesta, que se extendió fundamentalmente a través de las redes sociales, consistía en rodear simbólicamente el Congreso para rescatarlo del secuestro de los mercados financieros, que lo han convertido en un órgano vacio de contenido.
Desde que empezó a difundirse esta convocatoria para el 25 de septiembre, el Partido Popular emprendió una campaña “por tierra, mar y aire” en todos los medios de comunicación afines, y utilizando las instituciones, para demonizar a los posibles manifestantes que respaldasen la concentración. Se les denominó golpistas, turbas incontroladas, peligrosos exaltados, sediciosos, terroristas, nazis ... De esta manera se fue generando el caldo de cultivo necesario para justificar la utilización de la violencia por parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado, que se emplearon con una contundencia desproporcionada recordando los mejores tiempos del franquismo.
Las imágenes que aún se pueden ver en los medios de comunicación son verdaderamente espeluznantes. Hacía muchísimo tiempo que no veíamos a la policía golpear con tanta saña a sus conciudadanos, olvidando que el artículo 104.1 de la Constitución Española establece que “las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado bajo la dependencia del gobierno tendrán como misión proteger el libre ejercicio de la libertades y garantizar la seguridad ciudadana”. Si ésta es la manera que tiene la policía de defendernos y protegernos, a mí que no me defiendan demasiado que “ya me las apaño” yo por mi cuenta.
Lo más triste de todo esto es que muchas de las imágenes difundidas por los medios demuestran que entre los manifestantes había policías infiltrados, cuya misión era agredir a sus compañeros para provocar y justificar las cargas policiales. Creo que estas actuaciones merecen una investigación judicial para esclarecer los hechos y depurar responsabilidades, si las hay, porque en ese caso estaríamos hablando de terrorismo de estado.
Las declaraciones de los ministros y algunos diputados del PP, y otros que les pasan por la derecha aunque se autodenominen progresistas, me han parecido patéticas al justificar lo injustificable. Pero el que se lleva la palma es el Sr. Rajoy, para quien únicamente son buenos ciudadanos los que se quedan calladitos en casa, mientras que los que ejercen su derecho a expresar libremente su opinión en la calle no merecen ningún reconocimiento.
Opino que hoy, más que nunca, a los ciudadanos nos sobran los motivos para manifestarnos y criticar la política del Gobierno. Estamos hartos de recortes en sanidad, educación, dependencia, derechos laborales, etc. También lo estamos de amnistías fiscales a los corruptos, rescates bancarios, privatización de servicios públicos, subidas de impuestos, reducciones salariales, supresión de todo tipo de ayudas sociales, subvenciones a la Iglesia, etc.
Si la consigna es “leña al mono” cada vez que nos manifestemos, la próxima vez que tenga que coger un autobús “pa Madrid” le pediré permiso a Rajoy. No vaya a ser que a mis años, sin comerlo ni beberlo, me haya convertido en terrorista, golpista o miembro de una turba violenta.
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